Días perennes de lluvia y de aquel afán por resguardarse en algún emplazamiento...
Sin embargo hoy no.
Hoy quiero que el exceso de tempestad hecha agua se urda en mí. Quiero deplorarme mientras camino bajo ella; sin preocupación, sin alteración, sin desperdicios. Solo estar.
Sosegación profunda en medio del ruido natural. Inhalar limpieza una vez más, para luego, retomar realidades calmadas; yendo a casa, retirarme la ropa, secarme, esconderme en la túnica, tomarme un chocolate caliente... la luz sepia, acurrucarse cerca a la ventana... junto a las plantas.
¿Piensas en mi cuando ves la ropa interior que olvidé en tu cajón?
Penses-tu à moi quand tu vois le sous-vêtement que j'ai oublié dans ton tiroir ?
J'ai mes culottes comptées avec les jours de la semaine. Comme celui de cher s'est devenue acheter des sous-vêtements féminins de qualité et de catégorie, nettement.
Je me rappelle abandonner chez toi ceux qui emmènent ma couleur préférée dans le tiroir où toi aussi gardes les tiens. Ce n'est pas un objet rétrospectif en face de tes yeux chaque fois que tu ouvres ce dernier tiroir?
La complexité véhément au moment d'extraire analogies en considérant que tout objet intermédiaire entre nous deux, doit avoir une signification frappant, suggestif et provocant.
"Men won't be happy until he turns you out.
You gotta be their girl. It's the way they want it.
Maybe is biology.
Men are like vegetable soup; we can't put in a plate or eat them off the counter.
So women are the pot. They heat them up, they hold them, they contain them.
¿Por qué sigo aquí? ¿Aguantando algo
que no quiero? Oh, cierto la respuesta eterna a ello es “porque estoy enamorada”
y por ende debo conformarme, aceptarlo. O tal vez es la sencillez de sentir que
no tengo nada más, no poseo nada más que dependencia y atención de una sola
persona que demuestra interés por mí, pero a la vez le resbala suplir mis
necesidades. Sigo en este plan de forzar una reciprocidad, de malgastar tantas
palabras empalagantes a alguien que ni siquiera se vuelve más dulce porque
dentro de él solo hay carencia de glucosa.
¿De verdad condicionar a una persona
es pedirle que me relate un cuento antes de dormir? ¿Qué me cante una canción?
¿Qué toque su guitarra para mí? ¿Qué me regale flores? ¿Me escriba cartas? ¿Qué
me envíe fotos desvestido? ¿Qué vista su traje para suplir mis perversiones?
¿Qué me baile desnudo? Pensé que eran componentes que formaban una relación en
su ternura, afecto, delicadeza y pasión para palpar el entusiasmo del amor.
Suficientes preguntas. Veo alrededor
de mi mundo a mujeres exitosas y en su mayoría sin una pareja al lado. En
realidad, ¿es el amor el obstruyente de una mujer y de sus logros? No voy a
parar con las preguntas al parecer. Es inquietante el verme ahora bajo una
sombra cuando solía ser tan despampanante con mi forma de ser, complacerme con
mis pasatiempos y amarme por sobre todos y todas las personas y cosas, la
academia, mi crítica, mi carácter…
Inconcebible pensar cuántas veces no
he criticado a personas por conformarse con tan poco, más aún cuando veo a mi
madre todos los días viviendo todavía el machismo de hace 40 años con mi padre.
Complacer no está bien si primero no te complaces a ti, si no te pones a ti
siempre como primer lugar. Es un must.
Me estoy asfixiando a mí misma,
ligando con alguien que jamás apreciará las simplezas con carisma que he hecho
por él y aun siendo simples han sido significativas. I’m done with it.
Moraleja: “Los adultos no lo tienen todo claro, los adultos solo fingen mientras
cargan en su espalda con inseguridades y frustraciones.”
Otro fin de semana a solas admirando la ciudad. Ya era de noche y Antonia andaba peregrinando una y otra vez las mismas calles. Cuando deambulaba hacía el occidente, se dio cuenta que aquel lugar nuevo estaba rodeado de individuos a la entrada, así que giró de nuevo hacía el oriente y después de un tiempo, decidió entrar al sitio hecho galería de día y un misterio de noche. Al ingresar, el espacio se plasmaba en oscuridad, ambiente umbroso, pero con tenues luces color naranja. Las personas allí dentro se contemplaban dispersas y a la vez pequeñas, por la gran dimensión del lugar; ella, solo se dedicó a explorar y observar. Apreció demasiadas veces el trayecto de las escaleras, hechas en espiral y conectadas por lo menos con tres pisos. El primero, demostraba ser un ambiente lóbrego, donde la gente bailaba sin pretexto, sin tapujos, contrastando con la vista del segundo nivel.
Todo resultó convertirse en una apoteosis, apoteosis que se transformó en frenesí, al notar que las personas comenzaron a ayuntarse sin que nadie se detuviera a mirarlos, insultarlos o separarlos por tal acción en un espacio público. Ello le contrajo a ésta mujer, una sensación de nervios.
En el transcurso de la noche tan solo resolvió intercambiar cada tanto de atmósfera. Del primero al segundo, del segundo al primero, olvidándose inconscientemente de la existencia del tercer piso. En uno de esos trayectos, de subir y bajar, su mirada se cruzó con la de un fetén y atractivo hombre. Su presencia hacía notar su homosexualidad; ello le había quedado claro, hasta que sus miradas no paraban de hallarse y tropezarse alrededor. Finalmente, él vino hacía ella con intención de bailar. Inexplicablemente y llegando ese momento de moverse homogéneamente, todo se volvió sensorial sin siquiera tocarse. El clima en el contorno se alteró a lo apasionante, transformándose en la manipulación de la acción. Él, bajó la bragueta de su pantalón, haciendo notar que no llevaba ropa interior ya que sobresalía la magnitud de su erección, se puso un preservativo en instantes y ella, enseguida no sintió más necesidad que responder con atributos y seducción; alzándose su falda y demostrándole de igual forma solo estar cubierta por aquella prenda y sus ligueros. Se sostuvo en la superficie de la barra, mientras él la penetraba por detrás con lentitud pero con fuerza, logrando que Antonia no pudiera controlar sus gemidos que lograban escucharse en eco, queriendo ser admirada y resaltar ante todos el cómo estaba siendo deliciosamente follada.
Toda una provocación.
Antonia quiso girarse para ver la expresión en la cara del apuesto hombre y en ese momento, vió a lo lejos como una fémina curioseaba su ocasión. Enseguida aquella mujer se levantó y se dirigió hacía ellos; al alcanzarlos, se arrodilló y empezó a lamer desorbitadamente los genitales de ella, mojando con su saliva ese coño sediento de placer, sumergiendo y alejando su lengua de esa cavidad religiosa, logrando que los ojos en Antonia se blanquearan. Al girarse de nuevo, Antonia, se estrelló con otra mujer que sentada frente a la barra, sujetó con sus manos su cara y empezó a besarla, siendo la causante de que sus ojos se cerraran para luego en microsegundos abrirlos y despertar en un cuarto estrecho y extraño. La luz estaba encendida, las paredes eran del color de las nubes durante el día y el techo como el cielo; se dimensionaba completamente lejos. En todo el centro del cuarto se posaba un colosal proyector cinematográfico y paulatinamente, prendas de vestir en tamaño XXL tendidas sobre él. Al abrir la puerta del cuarto reflexionó que aun continuaba en el lugar hecho misterio de noche. Salió a un pasillo ininteligible, hasta lograr fijarse que yacía en el tercer piso. Cruzando un recorrido rebosante de taciturna soledad, bajó hasta llegar a la puerta principal, golpeándose con un desmesurado espejo que bloqueaba todo el exterior de la realidad. Y aquí estuvo siempre, sola, dentro de su eterno reflejo imaginario, ficticio, simulado, artificial, aparente, postizo, teatral.
La entrada de la casa se encontraba unida a un túnel que estaba algo atrofiado de tanto hielo y nieve, así que no se sabía con exactitud donde quedaba el acceso. De repente, sentías que tu cuerpo se desprendía del suelo y empezabas a caer por una especie de tobogán, donde tampoco podías ver demasiado, porque la nieve caía contigo. Algunos parpadeos conseguían luz, aunque ella permanecía muy minúscula. En algún punto, yo, empezaba a sentir que caía ya no solo con nieve, sino en compañía de agua, agua que me inundaba y me hacía el transcurso más inquieto al movimiento, hasta que finalmente, la gravedad me detuvo con el líquido, empapándome la ropa de invierno que sin embargo, cumplía su función de ser una indumentaría abrigadora. Al no tener ya obstáculo para ver, abrí los ojos y sentada aún en la parte final, pude visualizar la magnitud del tobogán, que parecía venir del cielo, ya que los metros de distancia y su arquitectura en espiral eran inalcanzables de ver desde una perspectiva tan inferior. La luz era increiblemente blanca en ese momento, del color del sol al medio día, pero fluorescente, bien que ello no molestaba en absoluto mi vista. Me levanté precisando el suelo cubierto de agua, estaba apacible porque se sentía cálida y llegaba solo a los tobillos. Me retiré mi atuendo de invierno y empecé a caminar. No estaba sola, habían muchos invitados alrededor divirtiéndose y jugando en el lugar. Me saludaban y yo a ellos, no obstante seguía mi camino. Al parecer, era consciente de la estructura del lugar. Abrí una puerta y al entrar por ella, aparecieron muebles con diferentes tonos marrón, espejos, lámparas extravagantes y decoraciones con paletas de colores excepcionales. Volví a recorrer un largo camino y en un mismo nivel de piso, seguía encontrándome con muchos invitados. Exitósamente, llegué al otro extremo de la casa, abrí otra puerta e inmediatamente pude sentir que esto era lo que buscaba; el balcón. Allí estabas tú, sentado de espaldas, esperando a que yo abriera los postigos de las ventanas. Al hacerlo, vimos el atardecer que dudo mucho algún día pudiésemos ver en el mundo real. El mar estaba frente a nosotros y encima de él, un cielo con tonos lilas, verdes y naranjas, tonos que comenzaron a mezclarse para convertirse en auroras. Estábamos en casa, en nuestra casa.