miércoles, 7 de febrero de 2018

Tan solo una fracción de nosotros.

Podía escuchar minuciosamente las trompetas del sonido que se escapaba de sus audífonos. Enojada al no poder dormir, quise levantarme de la cama, ir al comedor, intentar distraerme y escribir.
Ya de pie y abriendo la puerta, él pausó mis pasos diciendo: - ¿A dónde vas?
- No puedo dormir.
- Pues yo tampoco, ven.
- Estás frío conmigo, iré a escribir. 
- La fría eres tú. Me dijiste hasta mañana y me diste la espalda.
- Te besé ocasionalmente durante la noche y no demostraste en ningún momento lo apacible que eso te hubiera podido hacer sentir. 
- Tus besos me embelesarán perpetuamente, solo disfrutaba hacerme el difícil mientras me besuqueabas a tu antojo. 
Me quedé callada.
... No te quedes ahí parada en el umbral, ven!

Fui de nuevo a acostarme y me cubrió en su lecho. Sus sosegados y cálidos brazos rodearon mi silueta, mientras situaba aquel sonido de Jazz en uno de mis oídos. Me dio un beso en la frente y prontamente su ternura se abandonó a la concupiscencia de consumirme con la fruición elocuente de todo su ser.