domingo, 24 de abril de 2022

Saxo-Jazz


He used to be…

Stan-Getz.

  Stan Getz conserva una increíble pulcritud: siempre lava sus manos después de salir del baño, algo que no es tan común en la masculinidad; sus uñas constantemente cortas y limpias. Nunca huele mal, ni siquiera cuando hace ejercicio, o tal vez, es que su aroma natural me cautiva. 

  Lo percibo como un ser social; no obstante, él suele declararse solitario. Yo deduzco que es más bien su ademán de ser distante y serio que lo hace manifestarse como tal. Me agrada la seriedad y distancia en su interacción con otras personas frente a mí, porque admiro la facilidad en cómo puede mantener una conversación sobre otra, acerca de cualquier tema aleatorio, con cualquier semejante y a la vez, mostrar cortesía y discreción por más lejana o cercana que esa persona sea, incluyendo los diálogos incómodos. Acostumbra a tener un tema para conversar, constantemente con crítica y análisis por más insignificante que sea, suele conservar una opinión ante todo. 

  Adora los lugares con luz tenue y/o luz sepia, preferiblemente si puede ajustarse el tono; se siente tranquilo mientras puede sumergirse en aquellos matices. Ama a los perros tanto como yo, reteniendo así por largo tiempo la fantasía de vivir con muchos cuando nos escapáramos a vivir juntos. En la calle solíamos volvernos tontos cuando encontrábamos a cualquier raza en determinada esquina. 

 Stan Getz es muy disciplinado y meticuloso cuando se trata de asumir responsabilidades adultas. Su prioridad invariablemente son sus estudios y su familia, pero a la vez es especialmente reservado cuando se trata de conversar con ellos sobre nuestra relación, aunque no conserve el secreto de mostrar incordia cuando cocino, al ver que no dejo inmediatamente las cosas en su lugar, sabiendo lo impaciente y ordenado que es. No habitúa a dar detalles tangibles, sin embargo, lo compensa cuando es el anfitrión en su casa, o simplemente le nace hacerlo; me consiente y adora darme besos en desorden sobre mis pecas. 

 Generalmente tiene un plan de vida, no quiere quedarse nunca quieto ni desaprovechar el tiempo que puede brindarle tantos beneficios para su futuro, su esfuerzo y compromiso están rodeando sus deseos de querer viajar y conocer cualquier lugar por pequeño que sea, acostumbra a disfrutarlo y pensar mucho en sí mismo, asunto que a mí me cuesta y por ende le envidio.

 Cuando nos duchamos juntos, puedo notar varios rituales, empezando por el momento en que remueve el champú alrededor de su cabello, que en cierto punto lo encuentro sexy, al observarlo cerrar los ojos mientras su boca se entreabre para poder renovar el aire. Cuando sale de la ducha; toma su peineta y empieza a cepillar su cabello hacia atrás, transfigurándose en un abogado hasta que su pelo vuelve a tomar la forma habitual: aún más, me hace gracia su método particular de secarse los pies antes de vestirse, sentado en su cama estirando y aleteando las piernas; toda una parafernalia para finalmente seducirme cuando porta sus atuendos ante mí.

  Las noches durmiendo junto a él son obsesivamente deleitantes y parecidas a un rompecabezas de amplía complejidad, que, a la final, se entrelaza de forma compacta y sencilla con las demás piezas. Después del sexo, durmiendo seguimos siendo uno, tan parecido a la suavidad palpable del terciopelo; nunca se siente extenuante acariciar aquella textura.

  Su peculiar manera de comer algunas frutas me divierte; darle todo un reverso giro a la piel de la mandarina con la lengua, morder delicadamente en círculos las fresas para luego masticarlas completamente; se convierte en un integro protocolo para saborear.

  Perpetuamente estaré embelesada con el color de sus ojos; toda la ternura y la perversión a su vez que ellos expresan cuando me miran, aunque lo más venturoso es lograr hacerlo sonreír; busco la manera en que muestre esa sublime sonrisa que logra ser cálida cada que yo estoy triste o melancólica, devolviéndome las sonrisas con sus bromas elocuentes y sus gesticulaciones…

  Me rescata de mis confusiones y líos con los números e indagaciones aleatorias de no importa cual tema, por más fácil que sea la operación o la lógica, me cuesta encontrar la respuesta correcta. Es notable cuando opta por tomar de la mejor manera mis cambios de humor y sobrellevarlos con cierta paciencia, aunque sé que tolerarme no es nada elemental.

  Contemplo mucho su gusto por el jazz; cuando se apasiona por un solista o grupo; su búsqueda constante de escuchar nuevos estilos, es algo que por mi lado no siento tener en demasía. Suele desaparecer en su propio mundo, es muy distraído con las cosas, la percepción de donde las deja y aun así puede controlarlo.

  Me intereso por su posición ante las injusticias, porque tienen sintonía con mi postura ante las mismas; su lado receptivo, ese lado que me ha brindado consejos, reflexiones, sentar cabeza y hasta en cierto punto, educarme, ya que en muchas formas y espacios he actuado de forma voluble e impredecible…

   Me enamoré de él apenas supe que su ser era la perfecta analogía de recolectar lugares hermosos de la naturaleza: su cabello; el bosque, su ombligo; el oasis, sus piernas; las dunas, o su boca; el tramo de un curso fluvial de una cascada. En mí no estaba hacerlo indispensable en mi vida y logró ser insuperable, yo tal vez no, y a pesar de todas nuestras complicaciones y diferencias, perpetuamente sentía que Saxo Jazz era el indicado, el idóneo. Sigo sintiéndolo. 

  Y el amor que siento por él sigue latente, sin detenerse, sin concluirse, incluso aunque ello ya no vuelva a tener algún sentido para él mismo...

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