He used to be…
Stan-Getz.
Stan Getz conserva una increíble pulcritud: siempre lava sus manos
después de salir del baño, algo que no es tan común en la masculinidad; sus uñas
constantemente cortas y limpias. Nunca huele mal, ni siquiera cuando hace
ejercicio, o tal vez, es que su aroma natural me cautiva. Es una incordia para
él cuando cocino, porque no dejo inmediatamente las cosas en su lugar, sabiendo lo impaciente y conscientemente ordenado que es él.
Lo percibí como un ser social; no obstante, él suele declararse solitario, aunque yo deduzco que más bien es su ademán de ser distante y serio que lo hace ver
como tal. Me agrada esa seriedad y distancia en su interacción con otras
personas frente a mí, porque admiro la facilidad en cómo puede mantener una
conversación sobre otra, acerca de cualquier tema aleatorio, con cualquier semejante
y a la vez, mostrar cortesía y discreción por más lejana o cercana que esa
persona sea, incluyendo los diálogos incómodos. Acostumbra a tener un tema para conversar,
constantemente con crítica y análisis por más insignificante que sea, siempre conserva
una opinión, ante todo.
Adora los lugares con luz tenue y/o luz sepia, preferiblemente si puede
ajustarse el tono; se siente tranquilo mientras puede sumergirse en aquellos
matices. Ama a los perros tanto como yo; retuvimos por largo tiempo la fantasía
de vivir con muchos cuando nos escapáramos a vivir juntos. En la calle solíamos
volvernos tontos cuando nos encontrábamos a cualquier raza en determinada esquina.
Es muy disciplinado y meticuloso cuando se trata de asumir responsabilidades
adultas. Su prioridad invariablemente son sus estudios y su familia, pero a la vez es especialmente
reservado cuando se trata de conversar con ellos sobre nuestra relación.
Generalmente tiene un plan de vida,
no quiere quedarse nunca quieto ni desaprovechar el tiempo que puede brindarle
tantos beneficios para su futuro, su esfuerzo y compromiso están rodeando sus
deseos de querer viajar y conocer cualquier lugar por pequeño que sea, acostumbra
a disfrutarlo y pensar mucho en sí mismo, cosa que yo no suelo hacer tanto y
por ende le envidio.
Stan getz no habitúa a dar detalles tangibles, sin embargo, lo compensa
cuando es el anfitrión en su casa, o simplemente le nace hacerlo; me consiente
y adora darme besos en desorden sobre mis pecas. Cuando nos duchamos juntos,
puedo notar varios rituales, empezando por el momento en que remueve el champú alrededor
de su cabello, que en cierto punto lo encuentro sexy, al observarlo cerrar los
ojos mientras su boca se entreabre para poder renovar el aire. Cuando sale de la ducha; toma su peineta y empieza a cepillar su cabello hacia
atrás, transfigurándose en un abogado hasta que su pelo vuelve a tomar la forma habitual: aún más, me hace gracia su método particular de secarse los pies antes
de vestirse, sentado en su cama estirando y aleteando las piernas; toda una parafernalia para finalmente seducirme cuando porta sus outfits ante mí.
Las noches durmiendo junto a él son obsesivamente deleitantes y parecidas
a un rompecabezas de amplía complejidad, que, a la final, se entrelaza de forma
compacta y sencilla con las demás piezas. Después del sexo, durmiendo seguimos
siendo uno, tan parecido a la suavidad palpable del terciopelo, nunca se siente extenuante acariciar aquella textura.
Su peculiar manera de comer algunas frutas me divierte; darle todo un
reverso giro a la piel de la mandarina con la lengua, morder delicadamente en
círculos las fresas para luego masticarlas completamente; se convierte un integro protocolo
para saborear.
Perpetuamente estaré embelesada con el color de sus ojos; toda la
ternura y la perversión a su vez que ellos expresan cuando me miran, aunque lo
más dichoso es lograr hacerlo sonreír; busco la manera en que muestre esa sublime sonrisa que logra ser cálida cada que yo estoy triste o nostálgica… Me
devuelve las sonrisas con sus bromas elocuentes y sus gestos faciales…
Me rescata de mis confusiones y líos con los números e indagaciones
aleatorias de no importa cual tema, por más fácil que sea la operación o la
lógica, me cuesta encontrar la respuesta correcta. Es notable cuando opta por
tomar de la mejor manera mis cambios de humor y sobrellevarlos con cierta
paciencia, aunque sé que tolerarme no es nada elemental.
Contemplo mucho su gusto por el jazz; cuando se apasiona por un solista o grupo; su búsqueda constante de escuchar nuevos estilos, es algo que por mi
lado no siento tener en demasía. Suele desaparecer en su propio mundo, es muy
distraído con las cosas, la percepción de donde las deja y aun así puede
controlarlo.
Me intereso por su posición ante las injusticias, porque tienen sintonía con mi
postura ante las mismas; su lado receptivo, ese lado que me ha brindado consejos,
reflexiones, sentar cabeza y hasta en cierto punto, educarme, ya que en muchas formas
y espacios he actuado de forma voluble e impredecible…
Me
enamoré de él apenas supe que su ser era la perfecta analogía de recolectar
lugares hermosos de la naturaleza: su cabello; el bosque, su ombligo; el oasis,
sus piernas; las dunas, o su boca; el tramo de un curso fluvial de una cascada. En mí no estaba hacerlo indispensable en mi vida y logró ser insuperable, yo tal vez no, y
a pesar de todas nuestras complicaciones y diferencias, perpetuamente sentía
que Saxo Jazz era el indicado, el idóneo. Sigo sintiéndolo.
Y el amor que siento por él sigue latente, sin detenerse, sin concluirse, incluso aunque ello ya no vuelva a tener algún
sentido para él mismo...